Los caños y la calle de la Cruz Vieja, sitios de la génesis de Barranquilla
Cerca a los caños, entre los callejones del Centro y contiguo al hoy Paseo Bolívar, comenzó a edificarse la Puerta de Oro.
Tres pequeñas placas de color marfil, ya manchadas por la polución de más de treinta años de casi total indiferencia, empotradas en un edificio de aspecto descuidado y con paredes de un amarillo cansado, garabateado por los grafitis, señalan el punto donde se cree comenzó a ser poblada Barranquilla.
Es una esquina que podría ser confundida por una cualquiera sin importancia, inundada por los ruidos de la actividad trepidante del Paseo Bolívar que está a escasos metros e impregnada por el olor inconfundible e insano de los caños y del Mercado Público que están a sólo unos pasos.
En la carrera 44 con calle 32 hace muchos años, más de los que puede sostener la memoria de una ciudad de índole despreocupada, un grupo de libertos, indígenas, inmigrantes de diferentes latitudes, negros fugitivos y en general todo un crisol de gentes desarraigadas, comenzaron el asentamiento que sería transformado en la capital de todo el Caribe.
“Barranquilla no fue fundada. Nació por generación espontánea a principios del siglo XVI y no se formó en la ribera propiamente dicha del río Magdalena, sino que se formó en la zona de los caños”, explicó con autoridad el historiador Milton Zambrano Pérez, docente de historia de la Universidad del Atlántico.
De hecho, las placas allí instaladas, no dan cuenta del crédito a una persona puntual. Más bien, conmemoran el hecho en sí mismo de que la ciudad inició con la llegada de los primeros habitantes, tal como se lee “en esta manzana comenzó a poblarse el sitio de Barranquilla”.
“Las placas son algo conmemorativo desde el año 1983, porque el alcalde de la época habilitó la zona de la Cruz Vieja. En ese punto se hizo el Teatro Emiliano, es un punto de referencia y hacen alusión a una fecha de 1629 como una fecha tentativa de población”, expresó Helkin Núñez Cabarcas, funcionario del archivo histórico del Atlántico.
Fue en esa esquina olvidada de la ciudad, en que los primeros grupos se apostaron en procura de una tierra donde vivir y de una posibilidad de trabajo, favorecidos en parte por el desmantelamiento de la cercana hacienda de San Nicolás, perteneciente al terrateniente Nicolás de Barrios y de la Guerra.
“Nuestro origen es espontáneo. Y eso no nos desmerece, hay gente de Barranquilla y de afuera que dice: ‘ustedes no tienen historia porque nadie los fundó, como fundaron a Santa Marta, a Cartagena o Santa Fe de Bogotá’. Si revisas la historia colonial de Latinoamérica, más del cincuenta por ciento de las poblaciones se formaron así. Una ciudad tan importante como Río de Janeiro no fue fundada”, dijo Zambrano.
Allí, según el relato histórico de Núñez Cabarcas lo que se fundó fue una iglesia primitiva a la que bautizaron como La de la Cruz Vieja y desde donde se comenzó la expansión de una ciudad que aún hoy no ha terminado de crecer.
“Hay unos puntos específicos, como lo es la Calle de la Cruz Vieja, que se convierte en una calle comercial. Hay unos puntos históricos donde se establece la primera iglesia que es primitiva y hay una plaza que se le denominó la Plaza de la Cruz Vieja. Esto en la actualidad es la Calle del Comercio, esta calle ha sido uno de los ejes emblemáticos de la historia de Barranquilla porque estaba muy cerca de los caños”, comentó Núñez Cabarcas.
Son precisamente los caños de la ciudad el principal atractivo y los grandes protagonistas de sus primeros años. Sin estos cuerpos de agua, la Barranquilla de hoy no sería la ciudad industrial y pujante que es. Un contrasentido del reflejo de los días más recientes, donde los mismos son vistos con desprecio y donde debieron pasar muchas décadas antes de intentar recuperar estos sectores.
“Alrededor de los caños de la Compañía y del Mercado inicia todo un proceso social y urbanístico importante, porque toda la gente pudiente de la ciudad se ubica del caño del Mercado hacia arriba a la zona del puerto, que quedaba en lo que es ahora la Intendencia Fluvial”, agregó Milton Zambrano.
Esta forma de ser concebida, también le impartió a la primitiva sociedad barranquillera su carácter despreocupado y sin el temor absoluto por las jerarquías y las clases sociales, como en las otras ciudades vecinas de la región.
“Barranquilla fue muy diferente a Santa Marta y Cartagena, que fueron desde un principio ciudades más estructuradas. Fueron ciudades en el contexto de la distribución político administrativa colonial. Barranquilla no tuvo una estructura social tan rígida, la mayoría de la gente era en un comienzo nivelada: artesanos, campesinos, ganaderos, pescadores, comerciantes al detal. Nivelada hacia abajo. Hubo funcionarios, jueces, curas, pero no era una estructuración tan rígida, elitista y clasista como la que uno encuentra en Cartagena”, justificó Zambrano.
Así las cosas, para el historiador y columnista de Zona Cero, todo esto benefició a la irreverencia natural de los habitantes de la ciudad.
“Eso crea un caldo de cultivo que no da pie para el desarrollo del racismo, nacimos mezclados. Esa combinación étnico racial se combina con una falta de rigidez a nivel de la estructura social. Eso determina el modo de ser del barranquillero”, comentó.
De la mano de estos pobladores y conforme fue avanzando el tiempo, los caños siguieron siendo el punto neurálgico de la ciudad. Con la construcción del Teatro Municipal, luego llamado Teatro Emiliano y por el cual una placa fue instalada, en la Calle de la Cruz Vieja.
Así mismo la construcción de la Calle Ancha, luego llamada Camellón Abello en una primera remodelación basada en los conceptos de Europa y luego rebautizado como Paseo Colón gracias a una enorme estatua del descubridor de América y que llegó a la modernidad bajo el nombre Paseo Bolívar por cuenta de una figura del ‘Libertador’ montado sobre su caballo de guerra.
También los caños albergaron la expansión de los servicios de transporte y comercio, pues a sus pies la calle de la Cruz Vieja, más tarde del Comercio, conectaba directamente con la Intendencia Fluvial, la Aduana y la estación del tranvía tirado por burros y del ferrocarril que llegaba desde Boca de Cenizas a la Estación Montoya.
“La ciudad creció hacia arriba de los caños, de frente a los caños. Tirando hacía la calle ancha, que fue en un tiempo el límite. Luego sigue subiendo hasta llegar a la Calle Murillo, que se llamaba la calle del Dividivi. Allí se abre un abanico que se extiende desde los caños”, complementó Zambrano.
Por eso, luego de esos casi 400 años de existencia, sigue siendo escandaloso para algunos historiadores que adjudiquen la creación de la ciudad a la fundación de un grupo en particular y más aún que se diga que la ciudad llega este viernes a 204 años de existir.
“No es el día de nacimiento de Barranquilla. El 7 de abril es el día en que fue ascendida a villa la ciudad por parte del gobierno de Cartagena, en el marco de la lucha por independencia nacional. Resulta que los cartageneros necesitaban el apoyo de los habitantes de los alrededores y una estrategia que diseñaron fue subir de nivel a ciertas poblaciones. El 7 de abril de 1813 fue erigida oficialmente en villa esta ciudad”, cerró el profesor Zambrano.
Así, los caños de Las compañías, del Mercado, de los Tramposos y de la Tablaza, además de los callejones hirvientes del centro, continuarán siendo los testigos más humildes del crecimiento de una ciudad que apenas hoy despierta de frente a ellos para tratar de devolverles el brillo que alguna vez le dio la oportunidad de existir.